Donar con la mejor intención

Dice el Dalai Lama en una de sus célebres frases que casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, tienen su origen en un sentimiento de aprecio hacia los demás.

Efectivamente, si miramos a nuestro alrededor podemos apreciar nítidamente muchos gestos que nos permiten pensar que el ser humano tiene mucho de altruista y generoso, obviando, claro está, otros gestos que nos definen como todo lo contrario.

Incluso, si centramos más la atención, podemos observar que dentro de cada persona anida un sentimiento espontaneo e inmediato de socorrer cuando sucede una tragedia, sin importar quienes sean los damnificados a los que ayudar. Por naturaleza el ser humano está dispuesto a prestar su ayuda como si un resorte interno nos impulsase, arriesgando, en ciertos casos, hasta la propia vida.

Un ejemplo de lo anterior lo podemos encontrar cuando vemos en Tv interminables colas de gente dispuesta a donar sangre cuando se trata de un gran accidente, un atentado terrorista o cualquier otro suceso con muertos y muchos heridos.

Pero, sin embargo, no nos damos cuenta que también en el día a día hay tragedia; a diario hay enfermedades, accidentes y emergencias que son atendidos en nuestros hospitales, muy bien equipados y con grandes profesionales, por supuesto, pero que necesitan de nuestra participación cotidiana, de nuestra solidaridad continuada y fluida. De nuestras donaciones de sangre.

Sin ánimo de aludir a nadie en particular, lo cierto es que, en condiciones normales, la inmensa mayoría de la población sólo se pone en acción cuando se hace campaña porque las reservas en los bancos de sangre están al límite. Da la sensación de que si no es por esa razón desesperada y puntual permanecemos desconectados de la realidad en los hospitales y centros asistenciales. En ocasiones una realidad que no apreciamos hasta que nos llega a afectar a cualquiera de nosotros, o nuestros allegados, en cualquier momento, solicitando si es preciso una aguja que nos extraiga nuestra sangre que salve a nuestro ser querido o cercano.

Ser donante es ser también espontáneo y mantener una regularidad en las donaciones. Una fidelización que consiste en reservar menos de una hora de nuestro preciado tiempo cuatro veces al año, los varones, y tres veces las mujeres.

En el contexto general, España cuenta con unos cuarenta y siete millones de habitantes, de los que aproximadamente treinta millones tienen entre 18 y 65 años, la edad para donar, pero sólo el 4% son donantes de sangre. Son cifras de donantes con los que el sistema sanitario español es autosuficiente, hasta el momento. Sin embargo, debemos de tener en cuenta el dato más revelador de hacia dónde caminamos. La edad.

Según esos mismos datos estadísticos publicados por el Ministerio de Sanidad, en los últimos la franja de edad en que se concentran el mayor número de donantes está entre los 46 a 55 años con un 26%. Los más jóvenes, los que se encuentran entre los 18 a 25 años representan el menor porcentaje de donantes con un 15% del total.

De seguir esta tendencia, dentro de unos años es posible que nos veamos abocados a un posible desabastecimiento de hemoderivados si no conseguimos revertir la situación. Y no, no es por falta de solidaridad de nuestros jóvenes, que están siguiendo la misma línea solidaria que otras edades. Pero sería deseable, eso sí, una mayor implicación en cuanto al número de veces que se dona habitualmente, que suele ser una o dos al año.

A decir verdad, toda la sociedad debería estar implicada en donar o, al menos, fomentar mucho más la donación de sangre. Hay que tener presente que algo tan necesario a diario, no se puede conseguir de otro modo que no sea mediante la donación voluntaria y altruista. Por supuesto que se podría plantear la solución del dinero. Pero pagar por donar no es donar. Es vender nuestra sangre, nuestra salud, por un precio que, como sucede en otros países, marcan las empresas o entidades que comercian con ella. Además, y sobre todo, está demostrado que la donación voluntaria y altruista garantiza mucho mejor la seguridad, tanto del donante como del receptor, al estar sometida la sangre a rigurosos procedimientos analíticos que garantizan su calidad.

¿Debemos buscar otras soluciones? La sangre sólo se puede obtener del cuerpo humano. No se puede obtener de forma artificial por lo que no nos queda más remedio que seguir donando para su obtención. Teniendo presente esta realidad, sería de gran utilidad poner en marcha programas de concienciación desde la más tierna infancia, con valores que incluyan la solidaridad y el altruismo como ejes principales.

Pablo de Paz MoleroResponsable de Comunicación de FedSang                                                           Federación Española de Donantes de Sangre      

Publicado por fedsang

Fomento de la donación de sangre de forma voluntaria y altruistra en España

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